viernes, 26 de agosto de 2011

1933 Las elecciones (III) Tribunal de Garantías

Álvaro de Albornoz, Presidente del Tribunal
EL TRIBUNAL DE GARANTIAS CONSTITUCIONALES

   Un nuevo caso que demostró la opinión contraria al bloque gubernamental fueron las elecciones al Tribunal de Garantías Constitucionales, órgano de nueva creación cuya ley orgánica se aprobó el 14 de junio de 1933, con la oposición de carlistas, nacionalistas vascos y agrarios. Se dividió en dos partes: una primera que suponía la elección del Presidente del Tribunal y de dos vocales por las Cortes; y una segunda elección en la que se debían distribuir 21 puestos de vocales, 15 que serían elegidos por los Ayuntamientos agrupados en sus circunscripciones regionales respectivas, 4 por las Facultades y 2 por los Colegios de Abogados.

   El día 13 de julio se celebró la sesión en la que se eligió al primer presidente del Tribunal de Garantías. Fue elegido Álvaro de Albornoz, sin apenas competencia y ningún apoyo. Él mismo fue el más interesado en obtener el cargo y dejar la cartera de Justicia. Ni siquiera tenía el apoyo del Gobierno de Azaña que ni tan solo propuso algún candidato. El bloque socialista estaba interesado en que Luis Araquistain fuera su propuesta pero éste declinó el ofrecimiento. Finalmente, Álvaro de Albornoz obtuvo 204 votos a su favor, mientras que Ortega y Gasset, aunque no tenía ninguna intención de presentarse, consiguió 80. Los dos vocales elegidos fueron Laureano Sánchez Gallego (socialista) y Gerardo Abad Conde (radical). Muestra del desinterés que había en esa elección es el hecho de que cuando el Presidente de las Cortes anunció en el Congreso el nombre del ganador no hubo ni un solo aplauso. No es para menos cuando podemos comprobar la propia opinión del presidente del Gobierno, Manuel Azaña, que sobre el hombre que debía regir una importante institución de la República tenía: “Designar a Albornoz para la presidencia del Tribunal tiene muchos inconvenientes, no porque sea Ministro de Justicia, sino por sus condiciones personales. Es lo más probable que, si le eligen, lo haga mal, como le ha sucedido de ministro. Su posición, presentándose candidato, es poco lucida, pero sueña con el cargo y no hay manera de que desista. Las ventajas son que presidiría el Tribunal un republicano y no un cavernícola disfrazado de hombre serio e imparcial, y que eliminamos de la política un estorbo de los mayores por su ambigua conducta y su doblez, baluartes de su cobardía”.

   Pero sin quitar importancia a esa elección del presidente, la verdaderamente importante y significativa fue la votación de los Ayuntamientos para la definición del resto de vocales, nueva muestra de la caída del gobierno Azaña, que por otra parte, se había quedado sin el apoyo de tres periódicos incondicionales a su figura, “El Sol”, “La Voz” y “Luz”, comprados por el catalán Luis Miquel y puestos al servicio del gobierno. Empeoraron las relaciones entre Azaña y Miquel y los tres periódicos, unidos bajo el nombre de la empresa “Editorial Española SA”, pasaron al control de Juan March, tornando desde ese mismo momento las excelencias de Azaña en insultos y desprecios a su persona.

   El día 2 de septiembre se constituía el Tribunal de Garantías bajo la presidencia de Álvaro de Albornoz, como vocales parlamentarios Abad Conde y Sánchez Gallego, y como vocales natos el Presidente del Consejo de Estado, Martínez Aragón, y el del Tribunal de Cuentas, Diego Medina. Al día siguiente, domingo 3 de septiembre se celebraban las elecciones para 15 vocales en 9.500 Ayuntamientos de toda España. El resultado volvió a ser contrario a la política gubernamental. De los 15 representantes elegidos, tan solo 5 pertenecían al bloque ministerial:

MINISTERIALES, 17.859 votos.
- Socialistas, 7.611; Radicales-socialistas, 2.750; Acción republicana, 5.477; Republicanos gallegos, 2.021. Los 5 miembros provenían de: 1 socialista, 1 radical-socialista, 1 de Esquerra Republicana de Catalunya, 1 galleguista, y 1 de Acción Republicana.

NO MINISTERIALES, 33.029 votos.
- Radicales, 14.495; Agrarios 13.194; Derechas navarras, 1.145; Nacionalistas, 822; señor March, 420; Liberales demócratas, 411. Los 10 miembros provenían de: 4 radicales, 3 agrarios, 1 de derechas navarras, 1 nacionalista vasco, y por Mallorca resultó elegido Juan March, que en aquel momento permanecía encarcelado en Alcalá, aunque dadas las circunstancias Albornoz decidió anular ese nombramiento.

En el centro Manuel Azaña y Álvaro de Albornoz, acompañados de los vocales Abad Conde y Martínez de Aragón

   Los diarios nacionales, en su mayor parte se hacían eco de la nueva derrota ministerial, aconsejando al Gobierno tomara las medidas oportunas que deberían corresponder a la realidad nacional. El diario “El Sol” firmaba la derrota ministerial: “de nada valen discusiones, subterfugios, deformaciones hábiles. Hay que aceptar con sinceridad y valentía lo que han dicho los Ayuntamientos españoles, células del Estado, última y auténtica realidad de la vida española, frente a la cualidad espectral del Parlamento, que se ha quedado convertido efectivamente en un espectro”. “El Debate” recomienda la dimisión inmediata: “Y no diremos al Gobierno que su deber es marcharse. Del decoro propio cada uno forma juicio propio. Claro que no siempre con acierto”. De la misma manera, “ABC” publica: “El Gobierno mejor que nadie puede desentrañar lo que ha querido decir el país, directamente representado por los municipios. Nueva lección de la realidad, ofrece una prudente y clara advertencia, pero aun así, no es de esperar que la contumacia del Gobierno la escuche. Toda resistencia es estéril. El Gobierno no podrá vencerla ni resistirla”.

   El diario “El Socialista” analiza mesuradamente la situación: “De confirmarse, la victoria radical es clara y neta. ¿Tendrá repercusiones? No lo sabemos. Todo lo que podemos afirmar es que jamás accederemos a engañarnos y que mientras aceptemos la democracia, la aceptaremos lealmente, con todas sus consecuencias”, y “El Liberal” es el único que intenta quitar importancia a los resultados: “ni son políticos ni tienen por qué producir efectos de esta naturaleza. Es una simple alucinación del enemigo, y cualquier otro resultado electoral dirá más que el del domingo. Si se va a la renovación de los ayuntamientos en noviembre próximo, o cuando el Gobierno lo estime oportuno, los resultados serán bien distintos”. No fue demasiado acertada esa predicción.

   Ante tal marejada, el día 6 plantea Alejandro Lerroux en las Cortes el debate político para analizar lo sucedido en las elecciones de vocales al Tribunal de Garantías, hecho que provocaría la necesidad de proponer un voto de confianza al Gobierno Azaña. El líder radical dejaba clara su posición: «Quiero rogar al presidente del Consejo de ministros que tenga en cuenta que aunque puede presumir de tener mayoría en la Cámara, la lección de la realidad demuestra que no la tiene en el país. Cuando por demostración tan palmaria, aun teniendo la mayoría de la Cámara, no se tiene la del país y se sigue en el Poder, se detenta éste y se da el primer paso para la dictadura. Diga S.S. claramente si es la dictadura lo que S.S. pretende. Si lo que se pretende es salvar a la República de una dictadura, se pone de manifiesto la equivocación de la política seguida hasta ahora».

El presidente de la República, en sus Memorias, revela el estado de ánimo en el que encontró a los integrantes del Gobierno, y de qué manera el mismo Azaña le reconocía la inutilidad de proseguir tal y como se estaban sucediendo los acontecimientos: «La elección fue espantosa derrota para el gobierno..... El efecto en los ministros fue terrible: Largo me dijo que él preveía ya las consecuencias; Prieto, reconociendo tardíamente su grave yerro, confesó que hubiera sido preferible el Senado. Al despachar Azaña y preguntarle si consideraba quebrantado al gobierno, dijo con forzada risa que no lo veía quebrantado sino molido, deshecho, machacado. Luego reconoció espontáneamente que seguir la obstinación era exponerse a que para votar contra el gobierno se llegase a votar contra la República..... Por lo que luego pudo verse se arrepintió de sus confesiones, volvió a sentir apego al poder y como en el Congreso consideraron al gobierno muerto y el debate no tuvo relieve, con una sesión vulgar y una votación mediocre se inclinaba a seguir». Con el abandono de los escaños de radicales, agrarios, federales y algunos de la mayoría, fue votada la proposición de voto de confianza, quedando aprobada por 146 votos a favor y 3 en contra. Pese a este resultado, Alcalá-Zamora quiso buscar una excusa a una decisión que ya tenía tomada y propuso al Consejo de ministros tres preguntas, que de ser contestadas satisfactoriamente bajo su punto de vista, evitaría la apertura de consultas:

   - Primera: ¿Estiman que están quebrantados el Gobierno y la mayoría que lo apoya?
   - Segunda: La continuación de este Gobierno, ¿facilita o impide la coalición republicana, cuya conveniencia defendió en su discurso el jefe del Gobierno?
   - Tercera: ¿creen que es éste el Gobierno que más conviene para afrontar las elecciones municipales próximas?

   La respuesta a la primera fue que era competencia del Jefe del Estado decidir la cuestión; la segunda la debían responder los representantes de los partidos, y la tercera era imposible de contestar por su complejidad. En vista de ello, Alcalá-Zamora abrió consultas y encargó a Lerroux formar nuevo Gobierno, que quedaría definido al día siguiente, 12 de septiembre. El Partido Socialista desligaba definitivamente su apoyo a Azaña, tal y como pronunciaba Largo Caballero, por decisión unánime del Partido, en la siguiente declaración: «... a virtud de la conducta seguida por los elementos republicanos al prestar su colaboración personal al gobierno de la República quedan rotos todos los compromisos contraídos entre los republicanos y nosotros en la gestación y desarrollo del movimiento revolucionario y que por tanto cada Grupo político y cada Partido recobra plenamente su independencia para seguir el camino que estime pertinente a la defensa de sus ideales».


Alejandro Lerroux, a la salida de consultas con Alcalá Zamora para encargarle formación de nuevo Gobierno

   El gobierno Lerroux quedó constituido integrándolo en total 6 radicales, 1 de Acción Republicana, 1 de Esquerra Republicana de Catalunya, 1 de Izquierda radical-socialista, 1 galleguista, 1 radical-socialista y dos independientes.

viernes, 19 de agosto de 2011

1933 Las elecciones (II) Municipales


En las municipales, primera vez en España que la mujer tenía derecho a voto (cola de votantes en Hernani el 23 de abril)

ELECCIONES MUNICIPALES, ABRIL 1933

   A pesar de los condicionantes antes explicados, Azaña creía tener la situación bajo control y suponía tener el apoyo incondicional de la gran mayoría del electorado. Por esa razón, quiso aprovechar la ocasión para adaptar completamente la situación española a las leyes republicanas. Las elecciones de abril del 31 se rigieron por la ley electoral vigente en aquel momento y promulgada en 1907. Una vez establecida la República, el Gobierno decretó el 8 de mayo de 1931 un texto de reforma de la ley electoral de 1907. Aprobación muy criticada ya que, como dijo Antonio Goicoechea “es un atropello deliberado y consciente del derecho de las minorías”. Dado que, principalmente, el cambio más considerable fue la suspensión del artículo 29, no cuadraba demasiado con la idea de Azaña el hecho de que se mantuvieran gobernando los concejales elegidos en virtud al apartado que un mes después se suspendió. El pensamiento además de que esa consulta ayudara a consolidar el nuevo régimen llevó a Azaña a convocar las municipales en las poblaciones en las que se habían producido las destituciones por ese hecho. En total, debía hacerse la consulta en 2.478 Ayuntamientos, todos del ámbito rural. El Partido Socialista no era tan optimista como Azaña, y así se lo decía Prieto a Besteiro: «Es terco como una mula. Ahora se le ha metido en la cabeza, para reforzarse del traspiés de Casas Viejas, convocar elecciones municipales en los pueblos monárquicos en que se nombraron Comisiones gestoras. Caballero le ha dicho que en la mayoría de esos lugares nuestras organizaciones son débiles. No sé si todo esto lo mueven los radicales-socialistas o el propio Azaña, pero es una jugada peligrosa».

   El 28 de marzo se aprobaba el Decreto de convocatoria de elecciones municipales, cuyo primer artículo hacía referencia a la convocatoria: “Artículo primero.-Las elecciones para proveer las vacantes ocurridas en los Ayuntamientos, con motivo del cese de los concejales proclamados por el artículo 29 en las elecciones del mes de abril de 1931, se verificarán el domingo 23 del próximo mes de abril”. Pese a la casi total seguridad que tenía la izquierda de salir triunfante, lo cierto es que no dejaron de producirse suspensiones y altercados en las reuniones de campaña electoral que organizaban los partidos derechistas. De los mítines organizados por la parte gubernamental, el más multitudinario fue el celebrado el 9 de abril en la plaza de toros de Bilbao, en el que participaron Indalecio Prieto, Marcelino Domingo y el mismo presidente Manuel Azaña. ¡A conquistar las mayorías! titulaba “El Socialista” el día 17 de abril su edición, dando por supuesta la victoria: “Lo que nos importa es saber hasta dónde alcanza nuestra influencia en el país. Y no para allegar un conocimiento más, sino para establecer sus naturales consecuencias. Para conocer hasta qué punto habremos en lo sucesivo de reclamar de la República lo que al presente no le hemos reclamado: el encaje de una política socialista”. Indalecio Prieto era más realista y dejaba abierta la posibilidad de una derrota: “Las elecciones nos dirán si la República ha seguido un rumbo equivocado y si debe rectificarse. No hay que olvidar que estas elecciones por su extensión, por el momento y por las circunstancias en que se han de celebrar, tienen un carácter eminentemente político. Si las elecciones municipales resultasen adversas a la significación política de este Gobierno, acaso estarían ya de más las legislativas parciales”. Como estaba previsto, el domingo 23 de abril se celebraron las elecciones municipales –que fueron las primeras en España en que la mujer tenía derecho a voto-, que a modo de resumen produjeron los siguientes resultados totales: Partidos ministeriales 5.048 votos; Partidos no ministeriales 10.983.

   El resultado sorprendió al Gobierno de tal manera que, ante lo inesperado de los resultados, reaccionó con desdén e indiferencia, dejando claro que dentro de la democracia republicana existían diferentes clases de votantes. En palabras de Azaña: “Las elecciones se pueden dividir en dos partes: una los hechos en sí, y otra las consecuencias y los juicios, pero a mi juicio lo importante es esto: se han celebrado elecciones en pueblos que en otras naciones se llaman “burgos podridos”. Unos días después el presidente se ratifica en sus palabras y sigue creyendo que «no es posible afirmar que el resultado de la elección denote el sentir de la mayoría». Sin embargo, seguidamente deja entrever la posibilidad de una derrota al comentar que «Maura y Gil Robles aseguran que el país, visto el resultado de esta elección, está con ellos. Podrá ser cierto, pero habrán de demostrarlo el día de mañana con mejores pruebas». Sus declaraciones en el Congreso no dejaban de ser una salida por la tangente y por esa razón las fuerzas de oposición exigieron su dimisión. Alcalá Zamora evitó la disolución de las Cortes y se mantuvo Azaña como Jefe de Gobierno. En palabras de Jackson: “El presidente de la República consideró, sin embargo, que las elecciones municipales eran una inclinación del cuerpo electoral hacia la derecha y esperó que Azaña, que había mostrado una gran habilidad dirigiendo la mayoría, iría ahora más despacio con sus reformas legislativas mientras continuaba como jefe de Gobierno”. El jefe del Partido Radical, Alejandro Lerroux, la misma noche en que se conocieron los resultados se adelantaba a lo que sería la posición a seguir por parte del Jefe de Gobierno: “Se ha demostrado la repulsa de la opinión por la política desarrollada por los socialistas en el Poder, pero tengo mis dudas de que el Gobierno se haga eco de la derrota”.

   Cierto es que la representación cuantitativa en esas elecciones era alrededor del 10% de la población total española, pero no lo es menos que ya dejaba entrever una reacción negativa a la política que estaba llevando el Gobierno en esos últimos tiempos. Reacción que, como veremos, se traduciría en victoria en las elecciones generales del siguiente mes de noviembre. Gil Robles dejaba clara su opinión sobre la derrota ministerial: “El señor Azaña decía que eran despreciables cuantitativa y cualitativamente los votos, porque eran de burgos podridos. Lo que se votó en las elecciones del domingo ha sido: o con el Gobierno o contra el Gobierno. Habéis perdido y hoy seguís en el Poder sin dignidad política y sin votos. Por más que insistáis no se puede argumentar diciendo que la elección no es importante por la poca cantidad de votantes. Si tenéis la seguridad en la opinión, convocad elecciones”. La crisis de Gobierno acaecida tras los resultados de las municipales se debatió en las Cortes los siguientes días. En dichas sesiones se atacaba desde una parte la labor del Gobierno, y desde la otra, se intentaba defender todas y cada una de las medidas adoptadas para el buen funcionamiento de la República. El abandono por grave enfermedad de la cartera de Hacienda de Jaume Carner fue el pretexto para la disolución y encargar gobierno a los socialistas Besteiro, Prieto y Domingo. Al no aceptar éstos el cargo, Azaña retomó el mando y el día 12 de junio formaba nuevo equipo ministerial.


Azaña, a la salida de consulta con Alcalá Zamora tras recibir encargo de formar nuevo Gobierno

REFORMA DE LA LEY ELECTORAL

   El 1 de julio se presentaba a discusión el proyecto de reforma de la ley electoral. Fueron diversas las sesiones de Cortes en las que se discutió el proyecto de ley. Tras unas primeras intervenciones de los diputados Suárez Picayo, Torres Campañá y Gil-Robles, que defienden un sistema proporcional y no el de mayorías que se propone, en la del 6 de julio Azaña, Presidente del Gobierno, llevó a cabo su defensa del proyecto, en la que consideraba conveniente la suspensión del sistema proporcional: «Estamos haciendo la despedida al sistema proporcional y no oímos más que sus alabanzas. Yo os tengo que decir que personalmente siempre que haya un choque entre régimen de mayorías y de minorías, y el proporcional, votaré contra éste, y en ese criterio abunda con rara unanimidad el ministerio. El régimen proporcional ha sido siempre de consecuencias funestas donde se ha implantado». Azaña es consciente del riesgo del sistema que propone, que a la postre le perjudicaría, y en base a esa idea rebate los comentarios del diputado Ossorio y Gallardo, totalmente contrario a ese proyecto: «El señor Ossorio y Gallardo acertó en un concepto político: aplastamiento. ¡Aplastar! Todavía no sabemos quiénes vamos a ser los aplastantes y los aplastados». Y Azaña va más allá. Seguro del éxito de su iniciativa, se permite alardear y despreciar una posible derrota que lejos estaba de sus planes: « ¿Qué por el proyecto actual triunfan los enemigos de la República? ¡Qué le vamos a hacer! Nosotros estamos aquí porque republicanos y socialistas tienen mayoría, sino no habría un Gobierno, ni Cortes, ni Gaceta, ni nada. ¿Qué triunfan los monárquicos? Que demuestren esta mayoría. S.S. es un patricio que comparte su vida entre el Foro y los conceptos rotundos. S.S. sueña a veces con Catilina. No, no hay Catilinas en la República y si alguien intenta pasar el Rubicón con tropas armadas, que se atreva a ello, que lo haga. El Rubicón sería el Manzanares y yo aseguro que no lo pasaría». Ante la crítica de ser el de mayorías un sistema antidemocrático, cierra filas en defensa de la República y arremete contra el anterior sistema: «Se piensa en defender a las minorías antirrepublicanas y monárquicas y no en defender a la República, y con ella a las minorías republicanas de todos los matices y socialista. Hay que evitar el copo».

   No juzgaba lo mismo el diputado Osorio y Gallardo, uno de los más activos en aquellas sesiones: « ¿No equivaldrá esto a provocar, en lo íntimo de la sociedad española, una guerra civil? Allí donde las derechas anti-republicanas preponderen, los amigos del régimen vigente quedarán reducidos a la impotencia; y donde logren primacía los socialistas, se hará política socialista a sangre y fuego».

   En las filas socialistas se intentaba llegar a un acuerdo y adoptar una postura definida con vistas a cómo podría influir la aprobación de la nueva ley si decidieran apartarse y finalizar su apoyo al Gobierno. Fernando de los Ríos reunió en un despacho de las Cortes a Largo Caballero, Prieto, Vidarte y de Francisco. Su valoración de la situación en ese momento sería perfectamente aplicable a la que se presentaría con anterioridad a las elecciones de noviembre. Analiza la pujanza de las fuerzas de derecha y la desmembración de las de izquierda de la siguiente manera: «Una derecha unida, agresiva, clerical y monárquica; unas fuerzas republicanas de derecha, sin coexistencia ni pujanza, un Partido Radical-socialista pulverizado; un grupo regionalista gallego, que aparentemente está adscrito a Casares Quiroga, pero donde nadie le puede ver ni en pintura. Como fuerzas unidas y coherentes, la minoría de Azaña, la nuestra y el gran empuje de la Esquerra catalana que, aun formada por diferentes sectores políticos, triunfará, gracias al Estatuto que la República reconoció. Frente a este panorama de las fuerzas que hemos colaborado con el Gobierno están diferentes grupos de derecha no republicana y de corazón monárquico que se unirían contra nosotros, y el Partido Radical, con fuerza propia en algunas regiones y que en los demás lugares de España estará a expensas de que los sindicalistas quieran o no votar sus candidaturas. En pocas palabras, una derecha unida, decidida a deshacer nuestra obra, contra una izquierda minada por toda clase de rivalidades y pasiones». Al finalizar la reunión, Fernando de los Ríos ya apunta la decisión, corroborada por los demás: «Así las cosas, considero un deber decir a los republicanos que puede ser que el Partido Socialista vaya solo a las elecciones y que tengan esto muy presente antes de aprobar la ley electoral». Apoya la resolución Indalecio prieto «Sí, sería un acto de nobleza por nuestra parte», y Largo Caballero la acepta «Yo a eso no puedo oponerme».

   Finalmente, el día 20 de julio las Cortes aprobaban definitivamente el texto de reforma de la ley electoral.


LARGO CABALLERO Y EL VERANO DE 1933

   Tras los resultados de las municipales y la crisis de junio en la que los socialistas no consiguieron formar gobierno, un nuevo punto a tener en cuenta de cara a su posible influencia en el ánimo de los electores fue la radicalización de Francisco Largo Caballero. Al ver el inicio de la caída del gobierno Azaña y los posibles derroteros que seguiría la República bajo manos derechistas, se hizo asidua la discusión dentro del Partido Socialista sobre la conveniencia de seguir prestando su apoyo al gobierno, y es cuando las intervenciones de Largo Caballero se hacen más revolucionarias y encaminadas a la ruptura con la democracia burguesa: «Antes, en la Monarquía, nos encontrábamos con que el primer paso en nuestro avance sería el advenimiento de la República; pero ahora, después de la República, ya no puede venir más que nuestro régimen. No es cuestión de aplaudir ni regocijarse; es que no hay otra posibilidad».

   El 23 de julio, en el Teatro Pardiñas, se dirige a las Juventudes Socialistas de la siguiente manera: “Considero que el régimen en que vivimos no es inmutable. Es necesario que la clase trabajadora actúe incesantemente para lograr un cambio del régimen actual a otro socialista. No hay que olvidar lo que decía Carlos Marx: «La emancipación de la clase trabajadora es obra de ella misma»”. A pesar de aparecer como muy posible el abandono socialista al Gobierno, de ninguna manera acepta Largo Caballero la posibilidad de que sea el propio Azaña el que prescinda de su colaboración. En su discurso en el mes de agosto en la Escuela de Verano de Torrelodones advierte contundentemente al Gobierno sobre la posibilidad de expulsión de los socialistas del Consejo: “Ya pueden tener cuidado con la forma que emplean para desahuciar al Partido Socialista de la gobernación del estado, no porque nosotros tengamos ambición... sino porque el Partido Socialista tiene su dignidad, y su dignidad no le permitiría que de cualquier manera se le echase del Poder Público”.

Discurso de Largo Caballero en el Teatro Pardiñas de Madrid

   Sobrevendría después la derrota en la elección de vocales al Tribunal de Garantías en la que los socialistas tan solo conseguirán un integrante y el apartamiento definitivo del gobierno. Es entonces, durante la campaña electoral para las generales de noviembre, cuando Largo Caballero y una parte importante de los socialistas radicalizan sus posturas y adoptan una posición claramente beligerante para con el resto de fuerzas y el propio sistema democrático. El cine Europa, el 20 de octubre, es testigo de las siguientes palabras del ex ministro de Trabajo, ante la posibilidad de una victoria derechista: “Como los milagros no son fenómenos de nuestro tiempo, donde usted ha dicho milagro yo pongo malas artes, soborno, pucherazo, y claro está que un Parlamento así elegido, a nosotros no nos merecería el menor respeto, y ya sabe usted lo que debe hacerse con las cosas no respetables: destruirlas o desobedecerlas”. En apoyo a estas declaraciones, Luis Araquistain, elemento muy influyente en esa nueva postura socialista, proclama: “En la lucha electoral ha naufragado la República burguesa. El régimen republicano no nos sirve; creemos con Lenin que la República democrática es la forma más adecuada para el capitalismo. El dilema no es ya Monarquía o República; República o Monarquía; no hay más que un dilema, ayer como hoy, hoy como mañana: dictadura capitalista o dictadura socialista”. Tanto Araquistain como Julio Alvárez del Vayo fueron los principales elementos que secundaron a Largo Caballero.

   Pero no consiguieron su objetivo. Los resultados de las generales de noviembre fueron para los socialistas un auténtico descalabro, pasando de los 115 diputados conseguidos en junio de 1931 a los 58 en esta ocasión. ¿Esa radicalización y la negativa a unirse con los republicanos de izquierda fue un planteamiento equivocado? Amaro del Rosal, miembro de la Dirección Nacional de UGT cree que sí: “El error de Caballero y de cuantos le seguíamos fue el de meter en el mismo saco a todos los republicanos sin acudir a un examen objetivo, a un análisis político, desapasionado, de esa importante parcela de la pequeña burguesía española, intelectual y progresista que ejercía su influencia sobre una parte muy importante en el ejército, en la clase media, en general, en la opinión pública. De ahí la táctica errónea de las elecciones de noviembre”.

lunes, 15 de agosto de 2011

1933 Las elecciones (I) Antecedentes

   El año 1933 supuso un cambio de orientación del gobierno republicano. Reformada la ley electoral en el mes de julio, el conjunto de las tres elecciones celebradas -Municipales, Tribunal de Garantías y Generales- supuso la caída del primer bienio de gobierno republicano, iniciándose de esa manera un nuevo bienio, esta vez derechista, conocido popularmente como “bienio negro”. Durante el primer bienio republicano -1931-1933- se pusieron en marcha toda clase de reformas sociales y administrativas que adecuaran la actividad nacional al nuevo sistema político. En este primer periodo, el principal equipo de gobierno fue el conformado el 16 de diciembre de 1931 y que perduró a lo largo de un año y medio. Presidido por Manuel Azaña, las principales y más relevantes actuaciones de reforma fueron las siguientes:


   - Reforma religiosa. Una de las primeras medidas que el nuevo régimen republicano pretendió imponer fue el carácter laico de la nueva sociedad española y la separación inmediata de la Iglesia y el Estado. La problemática religiosa, que tuvo capital importancia nada más iniciarse el periodo republicano al producirse la quema de iglesias y conventos, podría resumirse en tres aspectos: el político, pensando que la Iglesia había sido el principal apoyo tanto de la Monarquía como de la Dictadura de Primo de Rivera; el económico, en que la Iglesia continuaba ostentando gran poder económico aun cuando su riqueza estaba irregularmente distribuida, con grandes diferencias entre las altas jerarquías y el clero rural -“proletariado eclesiástico predispuesto a simpatizar con la República”, a juicio de Madariaga-, que mostraba una muy deficiente economía, y territorial, con grandes propiedades tanto urbanas como rurales; y el tercer punto afecta al aspecto cultural, donde la enseñanza religiosa copaba la educación de la población. Al respecto, Salvador de Madariaga opina: “los defectos de la Iglesia española, y en particular la incultura de la masa que bajo su manto se cobija, se deben, no a ser católica, sino a ser españoles, es decir, a que la Iglesia católica española ha acompañado al resto de España en su decadencia e incultura. Los dos reproches que cabe hacer a la Iglesia católica en España son su incultura y su sentido reaccionario en cuestiones económicas y sociales”. El primer bienio azañista se encargará de aprobar las medidas necesarias para encaminar la nueva política religiosa, cuyos principales decretos fueron la disolución de la Compañía de Jesús (23 de enero de 1932), la secularización de los cementerios (30 de enero de 1932), la ley de divorcio (2 de marzo de 1932) y la ley de Congregaciones religiosas (2 de junio de 1933). La partida presupuestaria destinada al clero, a pesar de hacerse una reducción gradual desde 1931, desaparece completamente en 1933, y se suprime la asignatura de religión en todos los centros docentes.

   - Reforma militar. Azaña, ministro de la Guerra, fue el principal impulsor de la reforma, tratando de tomar medidas para la modernización del Ejército, que se encontraba en un estado deficiente tras la caída de la Dictadura de Primo de Rivera y la Monarquía, con un exceso de oficialidad (566 generales y 21.996 oficiales según el Anuario Militar de 1930) y armamento insuficiente y obsoleto. Medidas como la promesa de fidelidad que los militares debían prestar, añadiendo que la oficialidad que no la prestare causaría baja en el Ejército; retiros voluntarios retribuidos implantando de esa manera «un régimen transitorio para que los militares en activo puedan pasar a la situación de reserva o de retirados sin quebranto en su haber» -el Estado Mayor y oficiales, bajo determinadas circunstancias, estaban a expensas de que un decreto del Gobierno pudieran hacerles pasar a la reserva o bien ser dados de baja temporal o indefinida (ley de 16 de septiembre de 1931, y marzo de 1932)-, y se prohibía en medios escritos la publicación de opiniones de las instituciones armadas que no fueran de carácter técnico; reorganización del Ejército: supresión de numerosos regimientos y batallones, así como la Dirección General de Aeronáutica, sustitución de las capitanías generales por divisiones orgánicas, eliminación de la Academia General de Zaragoza, disolución del Cuerpo Eclesiástico del Ejército, reorganización del Ejército de África, y reforma de la justicia militar. Y ya más a largo plazo, cambio en la política de reclutamiento, de destinos y ascensos, de enseñanza militar, y la creación de un Cuerpo de Oficiales de Complemento. A pesar de ser positiva esa reorganización, las medidas de reforma, el tono arrogante con el que Azaña aplaudía sus propias iniciativas, y principalmente las reducciones, dieron pie a que militares y fuerzas de derecha creyeran ver un intento de destrucción del cuerpo militar. Como escribía Mola en 1933 «La efectiva trituración del ejército dimana de la labor anárquica y de indisciplina que dentro de él se ha hecho... del desprecio de los valores morales de sus componentes... de tolerar con complacencia y hasta llegar a favorecer los ataques más denigrantes contra el cuerpo de oficiales... de las vejaciones de que se hicieron objeto a militares de todas las categorías por los esbirros y jenízaros al servicio del equipo de gobernantes...».


Manuel Azaña, Jefe de Gobierno y ministro de la Guerra, junto a Franco

   - Reforma laboral. Bajo el mandato de Largo Caballero desde el Ministerio de Trabajo, fueron varias las medidas adoptadas con objeto de mejorar la situación obrera en España y dar la posibilidad a los trabajadores, a través de los sindicatos, de regular su situación laboral: La Ley de Contratos de Trabajo (21 de noviembre de 1931); la Ley de Jurados Mixtos del Trabajo (27 de noviembre de 1931), de competencia tanto rural como industrial, que a la postre tan solo convencería a los socialistas -patronos y sindicatos anarquistas boicotearon de forma continuada su constitución en algunas provincias-, sucediéndose en mayo de 1933 asambleas de labradores que piden su abolición ya que son «el cáncer de la agricultura»; otras medidas consistieron en la aplicación de seguros por retiro, maternidad y accidentes, y el establecimiento de la jornada laboral de 8 horas. A pesar de concebirse para una mejora en la productividad, la aprobación de la Ley de Términos Municipales, que obligaba a los patronos a emplear braceros que fuesen vecinos del municipio en que se desarrollaba el trabajo, causó malestar en todos los grupos menos en el socialista; convirtiéndose en un auténtico problema, generando abusos y obligando a dictar disposiciones complementarias a nivel municipal. Pese a todas esas medidas, la conflictividad laboral en esos dos años fue en continuo aumento: según el Boletín del Ministerio de Trabajo, en 1931 se produjeron 734 huelgas que afectaron a 236 mil obreros; en 1932 fueron 681 huelgas que siguieron 269 mil personas; y para ver el clima de descontento en el año que nos ocupa principalmente, en 1933 se declararon 1.127 huelgas y el seguimiento se disparó hasta las 843 mil personas. Asimismo, la renta por individuo activo cayó de las 2.871 pesetas al año en 1932 a las 2.453 pesetas en 1933, volviéndose a recuperar en 1934 al alcanzar un valor de 2.817 pesetas.


Francisco Largo Caballero, ministro de Trabajo

Santiago Casares Quiroga, ministro de Gobernación



   - Reforma Agraria. (Ley de Bases aprobada el 9 de septiembre de 1932). Se pretendió acabar con el paro agrario, redistribuir la tierra mediante la expropiación de grandes fincas, organizar y mejorar las condiciones laborales del campesinado, diversificar los cultivos y aumentar rendimientos. La reforma integraba principalmente las provincias latifundistas de Andalucía, Extremadura, sur de La Mancha y Salamanca. La promesa de distribución de tierras hizo que el Gobierno recibiera un apoyo masivo de la población campesina que creyó en una rápida entrega de tierras -1933 fue, con diferencia, el año con menor número de emigrantes durante los años de la República-, hecho que no se produjo y contribuyó a una decepción generalizada. De la misma manera, grandes propietarios, partidos derechistas y la minoría Agraria consiguieron movilizar a su favor al campesinado de las zonas no latifundistas, que quedaron fuera de los beneficios que reportaba la Reforma. El diputado radical-socialista Eduardo Ortega y Gasset dejaba su impresión sobre la poca efectividad de la reforma: “Cuando después de dos años de República se ha dejado a los campesinos sin campo y a los jornaleros sin jornal, en situación de hambre y desesperación, habiendo encendido sus esperanzas con promesas que luego se han matado por falta de actos, esta corriente de hostilidad ha estallado”. Una reforma que tanta expectación e ilusión había causado entre la población campesina, al finalizar el primer bienio había tenido una aplicación mínima, en que tan solo fueron instalados 4.399 campesinos sobre un total de 24.203 hectáreas expropiadas, número que contrasta con los 6.269 instalados durante los primeros nueve meses de gobierno radical-cedista bajo el ministerio de Cirilo del Río.

   - Orden público. Pese a tener opiniones en contra, el Gobierno mantuvo al frente a la Guardia Civil. La sublevación de Sanjurjo provocó su sustitución por el nuevo Cuerpo de Guardias de Asalto. Se aprobó con carácter transitorio (ya que rayaba en la inconstitucionalidad) el 20 de octubre de 1931 la Ley de Defensa de la República, que otorgaba plenos poderes al ministro de Gobernación y libertad de actuación al margen del sistema judicial. Casares Quiroga decretó suspensiones de periódicos, clausuras de locales sindicales y políticos, detenciones de activistas de todas las ideologías, prohibición de actos públicos, encarcelaciones y registros. Medidas todas ellas que, una vez generalizada su aplicación, llevaron al propio Gobierno a aconsejar su sustitución, que se produciría año y medio después (julio de 1933) con la aprobación de la Ley de Orden Público, duramente discutida en Cortes y que articulaba tres grados de excepción: el estado de prevención; el estado de alarma, que facultaba a las autoridades a realizar registros, detenciones y disolver asociaciones consideradas peligrosas; y el estado de guerra, en que eran eliminadas las garantías constitucionales y se dejaba al Ejército a cargo del orden público.

   A pesar de ser este Gobierno Azaña el más estable de toda la República, el propio hecho de su longevidad hizo que tuviera que superar distintos obstáculos que hicieron que su agotamiento fuera inevitable: la cuestión catalanista y su pretensión de que se transfirieran competencias; los enfrentamientos de Corral de Almaguer, Castilblanco, Arnedo, Bilbao, Barcelona y, sobre todo, Casas Viejas, que hicieron que los socialistas se plantearan la posibilidad de abandonar su apoyo al Gobierno; la discusión sobre la ley de congregaciones, que provocó un cambio de ministros; la descomposición radical-socialista, y finalmente, ante el resultado de la elección del Tribunal de Garantías y la radicalización del ala caballerista del Partido Socialista, la finalización de la colaboración en el gobierno del Estado y la caída definitiva en el mes de septiembre del gobierno Azaña

   Es en estas circunstancias cuando se llega a la celebración de las elecciones de noviembre de 1933. Pero sigamos por orden cronológico las tres convocatorias electorales de ese año.

martes, 9 de agosto de 2011

Espacios vitales: Madrid, años 30


   Iniciamos aquí una serie de recorridos fotográficos cuya única pretensión es tener a la vista imágenes exactas o aproximadas que nos ayuden a imaginar lo que vivió Federico Angulo en cada una de sus estancias en distintas ciudades por las que transcurrió su vida. No hemos podido resistirnos a comenzar casi por el final, esto es, por el Madrid que tanto supuso para él desde que se estableció en la capital. Su etapa en el diario El Socialista fue breve pero muy fructífera, y es principalmente por la que en mayor o menor medida es conocida su figura. Llegó en un año que, pareciendo que lo hiciera expresamente para satisfacer sus anhelos luchadores, fue crucial para la vida española. A nadie escapa lo que supone el año 1936, que es cuando Angulo se integra definitivamente en la redacción del diario madrileño.

   Desde su domicilio en la calle Altamirano nº 51, piso 3º, su vida diaria transcurriría principalmente en el pequeño espacio que va desde las Glorietas de Ruiz Jiménez (antes de San Bernardo) y la Glorieta de Bilbao, delimitadoras ambas de una calle de gran significado para los socialistas: la calle Carranza. Allí, en el nº 20 esquina a la calle Monteleón tenía la Redacción el diario El Socialista, desde la que salía de tanto en tanto (o quizás asiduamente) junto con sus compañeros al Café Marly (españolizado tras el triunfo de Franco por "Café Marlin") de la Glorieta de Bilbao. El mismo Angulo añoraba esos tiempos cuando, al final de su vida, le comentaba a su director Zugazagoitia: "Volveremos, ¿te acuerdas?, a Marly. Tendremos el periódico hecho, y Albar, Vázquez, Cruz, tú y yo comentaremos para nosotros, o cuando más, para Pascua y Méndez". Igualmente desde Carranza salió el 19 de julio hacia la Glorieta de San Bernardo para intervenir en las primeras horas de lo que vendría a convertirse en una cruenta guerra de tres años. Y entretanto, su visita obligada al Congreso para ejercer su labor de redactor político.

   Y son esos espacios los que queremos rememorar, tal y como fueron en aquellos años...


   Vista de la Glorieta de Bilbao tomada desde el final de la calle Luchana. Al fondo a la izquierda se aprecia el inicio de la calle Manuela Malasaña y a la derecha, mucho más amplia, el de la calle Carranza. Entre ambas calles se ve el edificio "Ocaso", en cuyos bajos se encontraba el Café Europeo.



   Vista contraria a la anterior. Tomada desde la confluencia de Carranza con Fuencarral, en la propia Glorieta, se aprecia el inicio de la calle Luchana. En el centro, la estatua de Juan Bravo Murillo, que permanecería en ese emplazamiento desde 1902 a 1961. (Desconocemos la ubicación exacta del desaparecido Café Marly pero quizás se encontrara tras alguno de esos toldos que se ven en el chaflán que forman las calles Fuencarral y Luchana).


  
   Con una pequeña variación de ángulo y tomada unos años antes, la misma vista que la anterior de la Glorieta de Bilbao.



   Ya iniciada la guerra civil, vista del bulevar de la calle Carranza en su parte final, tocando a la Glorieta de San Bernardo. Al fondo pueden apreciarse los pabellones del Hospital de la Princesa, sobre el que ya tratamos al hablar del paso de Angulo por sus salas para restablecerse de sus heridas.




   Tomada desde el mismo punto que la anterior pero con otro ángulo: el final de la calle Carranza, La Glorieta de San Bernardo, el Hospital de la Princesa al fondo a la izquierda y al fondo en el centro el inicio de la calle Alberto Aguilera.



   Bulevar de la calle Alberto Aguilera, muy probablemente paso habitual de Angulo para trasladarse de su domicilio de Altamirano hasta la Redacción de El Socialista en la calle Carranza.



   Edificio en el que se encontraba la Redacción y Administración del diario El Socialista, amén del domicilio de Indalecio Prieto, en la calle Carranza nº 20, esquina a la calle Monteleón.



   Carrera de San Jerónimo y Congreso de los Diputados.


viernes, 5 de agosto de 2011

1928 Augusto y Camilo Barcia Trelles

Augusto Barcia Trelles
Camilo Barcia Trelles

   Augusto Barcia Trelles, asturiano de Luarca, estudió Derecho en Oviedo y consiguió la Cátedra de Historia y Evolución del Socialismo. Diputado por el Partido Reformista de Melquiades Álvarez de 1916 a 1923, volvería a obtener su acta en 1933 integrado en las filas de Acción Republicana y en febrero de 1936 por Izquierda Republicana. Con el triunfo del Frente Popular sería Ministro de Estado con Azaña y posteriormente seguiría siéndolo en los gobiernos de Casares Quiroga, Martínez Barrio y Giral. Acabada la guerra civil se exiliaría a Argentina.
   Su hermano menor, Camilo, estudiaría igualmente Derecho en Oviedo y se especializaría en Derecho Internacional. Catedrático en las Universidades de Murcia, Valladolid (desde 1920) y Santiago de 1939 hasta su jubilación.

Recepción a los hermanos Barcia en la estación de Vigo (Angulo señalado en rojo).

   El martes 6 de marzo de 1928 ambos hermanos llegaban a Vigo en el expreso de Madrid invitados por el Círculo Mercantil y por El Pueblo Gallego, diario del que por entonces era redactor-jefe Federico Angulo. Acudieron a la estación a recibirles numerosas personalidades de la ciudad, entre ellas el alcalde accidental Fernández Otero, el presidente Bernardo Bernárdez y directivos del Círculo Mercantil, el presidente de la Asociación de Prensa Ángel Bernárdez, el personal de redacción y administración del diario… En dicha recepción Angulo fue el encargado de hacer las presentaciones para seguidamente desplazarse al edificio del Círculo Mercantil y dar un paseo en automóvil por Vigo.
   A las siete y media de esa tarde estaba prevista la primera de las dos conferencias que celebrarían los hermanos Barcia y así se hizo. Camilo Barcia dio inicio a su disertación que llevaba por título “El problema internacional del Nuevo Mundo”. El salón de actos del Círculo se encontraba abarrotado de público, ocupando la mesa presidencial el alcalde de Vigo Mauro Alonso Cuenca, el presidente del Círculo y los directivos Braña y Marcelo Sánchez Sáez.

   Tras las palabras de presentación del presidente del Círculo Bernardo Bernárdez, se dio inicio al acto: “Ni la índole del problema, ni el momento histórico que ahora vive el nuevo mundo, permiten otra cosa que no sea la exposición de la verdad, aun cuando ésta parezca en ocasiones amarga y a veces cruda. Servir la verdad, con amplitud en las ideas es el propósito del comerciante. Mirar hacia América es mirar hacia el porvenir; entre ella y nosotros se interpone un mar dilatado, que requiere en quien medita una amplitud conceptual en proporción a la extensión de lo que fue mar tenebroso…” De esta manera comenzaba su conferencia Camilo Barcia Trelles, para seguidamente hablar sobre el Panamericanismo, de Bolívar, de Leo Rowe, director de la Unión Panamericana y de Sherwell, recibiendo grandes aplausos del auditorio a su finalización.

Los hermanos Barcia y los representantes de las conferencias en el Círculo Mercantil  (Angulo señalado en rojo).

   La mañana del miércoles, acompañados por los directivos del Círculo y por Federico Angulo, los hermanos Barcia visitaron algunas de las más representativas fábricas de Vigo. En primer lugar en “La Metalúrgica” y la fábrica de conservas de Antonio Alonso e Hijos, y ya a primera hora de la tarde, “La Panificadora Viguesa”. Acudieron a casa de Martín Echegaray y la exposición del pintor gallego Juan Luis. Acabadas las visitas, Camilo Barcia dio su segunda conferencia, que trataría sobre “La sexta Conferencia Panamericana”.

   El jueves 8 de marzo de 1928 sería el turno de su hermano. En el mismo espacio del Círculo Mercantil pero en esta ocasión organizada por el diario El Pueblo Gallego, Augusto Barcia hablaría sobre el “Hispanoamericanismo”. Federico Angulo sería uno de los integrantes de la mesa presidencial y el encargado de presentar ante el auditorio al conferenciante. Ante la ausencia del director del diario, Manuel Portela Valladares, Angulo dijo “verse en el trance de presentar a don Augusto Barcia, aun cuando la obra de este ilustre publicista es de sobra conocida por todos los que siguen con interés los problemas nacionales”. Añadiría que “aprovecha esta oportunidad para anunciar que esta conferencia del señor Barcia no supone un hecho aislado en el historial de nuestro periódico, pues El Pueblo Gallego se propone con este acto iniciar otra de sus actividades. A un periódico moderno no le basta con sus propias columnas para su misión rectoral. Precisa también que los que nos ilustran con las ideas que brotan de sus plumas, nos regalen con sus palabras”.
   Angulo fue muy aplaudido al finalizar su presentación y Augusto Barcia comenzaba diciendo que “no por un deber de cortesía, ni por un elemental principio de corrección, sino respondiendo a sentimientos muy hondos y a modalidades de su espíritu, precisa unas palabras previas. Va a hacer pronto diez y ocho años que vine a Vigo a celebrar un acto público. Era yo un mozo a quien acompañaban el entusiasmo, los anhelos, el romanticismo y la inexperiencia bendita del comenzar de la vida que hacen que impulsen toda fuerza, toda actividad y todo el dinamismo alocado de un temperamento impetuoso. Hablaba yo entonces con una fe tan grande, que recuerdo que sin duda como premio a aquella fe y a aquel fervor en mí mismo y en mis creencias y en mis opiniones, recibí de Vigo una caricia tan halagadora que aún perdura en mí…” Seguidamente daría inicio a la conferencia propiamente dicha, hablando acerca del momento político y la Gran Guerra, el problema económico del Hispanoamericanismo, de su sentimiento y pensamiento, y de la aportación española, y para finalizar, del Hispanoamericanismo como esperanza de la humanidad.

Conferencia en el Círculo Mercantil de Augusto Barcia Trelles  (Angulo señalado en rojo).

   Acabado el ciclo de conferencias, los hermanos Barcia, acompañados por Federico Angulo, salían a primera hora de la mañana del Hotel Moderno para dirigirse a Santiago de Compostela. Nada más llegar serían recibidos por una comisión del municipio y se dirigieron a la Catedral del Obradoiro para realizar una visita, que sería guiada por los canónigos de la Basílica Portela Pazos y Sánchez Otero. Acabado su fugaz paso por Santiago, los hermanos Barcia salieron para La Coruña y Angulo daría por terminado su cometido volviendo en automóvil a Vigo.