Puente destruido en San Vicente de la Barquera |
En el momento de iniciarse la
campaña de Santander, 14 de agosto, la moral del ejército republicano era muy
baja. Tras la caída de Bilbao, las continuas defecciones de personal civil y
militar, y la confusa actuación de los militares vascos fueron condiciones
importantes que hicieron dejar en segundo plano el pensar en la victoria.
Importaría en mayor medida el hecho de calibrar que, en caso de derrota,
quedaba el mar a sus espaldas y con un número muy reducido de embarcaciones
disponibles, lo que suponía que esa vía de escape sería accesible para sólo
unos pocos. O si no, la última solución, que era la salida hacia Asturias,
hecho que tan sólo supondría retrasar un poco más un final del Frente Norte que
se adivinaba inminente. En ese estado, el complejo de inferioridad que sentían
las fuerzas republicanas era notable. Y así mismo lo veía el Gobierno. Zuga
recuerda que «Santander no tenía nada que
esperar del Gobierno. En verdad, no tenía nada que esperar de nadie. Su destino
era conocido».
Mariano Gamir, Tte. Coronel en 1926 y Jefe de Estudios de la Academia de Infantería de Toledo, y General en 1937 |
Bajo el mando del general
Mariano Gamir Ulibarri y como jefe de Estado Mayor el mayor Angel Lamas Arroyo,
el 7 de agosto se había reestructurado el Ejército del Norte, quedando integrado
por los Cuerpos de Ejército XIV, XV, XVI y XVII. Ahora, el II Cuerpo de
Ejército santanderino se convertiría en el XVº, a las órdenes del coronel
García Vayas, integrado por la 52 División, al mando del mayor Gregorio
Villarías, la 53 bajo el mando del mayor Francisco Bravo Quesada, la 54 bajo el
mando del comandante Eloy Fernández Navamuel, y la 55 División, llamada de
Choque, que dirigía el teniente coronel Sanjuán Cañete. A ella hay que añadir
dos Brigadas Mixtas de Reserva, una de Marinos, y una última de Carabineros. El
teniente coronel Angulo estaba al mando de esta de Carabineros, la 182 Brigada
Mixta. La misión que debía cubrir el XVº era encargarse del frente que iba
desde el Valle de Mena hasta el Puerto de San Glorio, en la carretera
Riaño-Potes.
Operaciones en el Puerto del Escudo en agosto de 1937 |
Las fuerzas de Angulo participaron en la
defensa de Reinosa, que caía el 16 de agosto, y en Arija. Los Carabineros de
Choque también fueron enviados como refuerzo al Puerto del Escudo pero ante el
avance de los “flechas negras” italianos el frente por la costa y por el
Escudo, las fuerzas republicanas emprendieron la retirada hacia la capital con
objeto de posicionarse para acometer la defensa de Santander. Sin embargo, poco
duró la resistencia. A las 17,30 h. del día 23, el general Gamir daba la orden
de evacuación de la ciudad, no consiguiendo cumplir el lapso de tiempo que consideraba
necesario para que el ejército nacional se viera en la posible necesidad de
desviar fuerzas ante la inminente apertura del frente de Belchite: «Al producirse el aconchamiento de los
batallones nacionalistas vascos, que no cumplen órdenes, sobre Santoña y
Laredo, se ha desmoronado el plan de las 72 horas de resistencia, para agotar,
hasta lo humanamente posible, la posesión de Santander». Es entonces cuando
se produce la desbandada general, la huida desenfrenada a la que se acogen la
mayor parte de autoridades y algunos jefes militares, entre ellos, el propio
general Gamir, que embarcaba en el submarino C-4 en dirección a Gijón: «Recibido el parte de las autoridades y
jefes de servicios de estar lista la evacuación en las flotas de guerra y
mercante, emprendió la marcha el submarino C-4, puesto a disposición de las
autoridades por orden del gobierno, a la 1.30 de la madrugada del 25, forzando
los campos de minas de las bocas de los puertos de Santander y Gijón y
esquivando al Cervera y demás barcos facciosos en bloqueo, llevando a bordo al
general jefe, vocales de la junta delegada, parte del Estado Mayor, comandante
militar, comandante general de artillería y diputado a Cortes por San
Sebastián, habiéndolo hecho en otros barcos las restantes autoridades y mandos
que en días anteriores no habían evacuado por tierra. A las 23.45 del día 25
llegó el C-4 a Gijón y con poca diferencia los otros submarinos, estando ya en
el puerto los destructores, al no poder entrar en los puertos intermedios».
De allí viajó en avión a Francia y aunque posteriormente volvió a Valencia, se
le adjudicó el sobrenombre de “ahí queda
eso”, en clara referencia al abandono de sus hombres. Cabe recordar las
palabras de Gamir tan solo una semana antes, cuando intentaba arengar a la tropa:
«¿Qué nos jugamos en la partida? ¡La
independencia de España, que se convertiría en colonia extranjera! ¡La
esclavitud de los nuestros que, como antaño, discurrirían famélicos, implorando
el pedazo de pan amasado con el sudor del trabajo, que se convertiría mañana en
el de la fiebre de la extenuación! ¡El honor de nuestras mujeres y el
vilipendio de nuestros mayores! Y, sobre todo, la pérdida de nuestra convicción
de hombres, al no haber emulado a nuestros hermanos de Madrid y todos los
frentes en su lucha contra el invasor, prefiriendo vivir arrastrándose como
reptiles a morir de pie, como mueren los hombres. ¡Como murieron siempre los
bravos españoles! ». O sin ir más lejos, el
telegrama que remitió al Gobierno republicano el 23 de agosto, un día antes de
salir de Santander: «El Gobierno de la
República y España leal pueden tener la seguridad de que perduraremos en la
lucha con redoblado entusiasmo y fervor consciente de la responsabilidad que
nos incumbe frente a la situación creada por los traidores, que han convertido
a la patria en botín de rapiña del fascismo extranjero y en campo de
experimentación del material y de los procedimientos de la guerra moderna. Toda
la zona de mi mando sabrá sucumbir con gloria antes de tolerar el dominio de
italianos y alemanes en el territorio nacional». Mariano Gamir ya no volvió
a tener mando de tropas y quedó exiliado tras la guerra en Francia,
permitiéndole Franco volver a España en la década de los 50, instalándose en
Cuenca, donde moriría en 1959.
El General Gamir (primero por la derecha) con la Comisión de la Sociedad de Naciones |
A finales de agosto de 1937 Santander
dejaba de ser republicana. El Gobierno publicaba el 30 de agosto la siguiente
nota al respecto:
“La capital de Santander ha caído en poder
de los facciosos. No han tomado la ciudad fuerzas rebeldes españolas, sino
unidades regulares italianas, que formando varias divisiones, y al mando de
generales también italianos, han llevado la parte principal del ataque con el
auxilio secundario de marroquíes mercenarios e insurrectos españoles. Los
cronistas militares de grandes diarios europeos han venido enumerando la
cuantía de todas las tropas que por Reinosa y Ontaneda llegaban hasta el puerto
santanderino, señalando la enorme proporción que entre ellas alcanzan las
unidades italianas provistas de material bélico mucho más considerable aún que
el que se empleó para la toma de Bilbao. Pero de esa preponderancia italiana
hay, además, una declaración oficial en el telegrama de felicitación y gratitud
que Franco ha dirigido a Mussolini: En el momento que las tropas legionarias
–así se consigna en el despacho- entran en la ciudad de Santander en franca
unión y fraternidad con las tropas nacionales.
El general insurrecto español, dirigiéndose
al dictador italiano, escribe: «Rindo a su excelencia el tributo de nuestro
agradecimiento y admiración por el valor demostrado por las tropas italianas».
El cínico telegrama termina así: «El valor y
la disciplina de que las tropas italianas han dado muestras en esta ofensiva,
han coadyuvado en forma patente a la conquista de Santander, y han ayudado y
seguirán ayudando a la victoria final».
La guerra, que comenzó de nuestra parte
siendo una guerra por la libertad, se ha convertido ya en una guerra por la
independencia. Legiones extranjeras invaden y asuelan el territorio patrio
guiadas por una turba de españoles traidores. Peleamos contra una rebelión
interna y contra una agresión extranjera que se realiza con descaro por tierra
y por mar, mientras subsiste, para escarnio de cuantos lo suscriben, un Pacto
titulado de no intervención que maniata a la República, con ánimo de
imposibilitar la defensa. En este trance, el Gobierno declara de nuevo, en
nombre del pueblo español, la firmísima voluntad de seguir luchando contra la
tiranía, sin que le arredre ninguna clase de vicisitudes”.
Y la prensa de los sublevados,
aprovechaba la noticia para loar la figura de su Caudillo: “Con la toma de Santander, la sangre generosa de España, inflamada en
el santo ideal patriótico, acaba de escribir una nueva página de gloria en el
Libro de Oro de la epopeya triunfal. El cuerpo que aparecía anquilosado y
víctima de las bárbaras mutilaciones practicadas por los hijos malditos, va
poco a poco recobrando el uso de sus miembros. Ayer fue Bilbao; ahora,
Santander. La inteligencia omnímoda de quien todo lo discierne ordenará en qué
dirección se habrán de encaminar las columnas victoriosas para liberar otras
plazas del ominoso cautiverio. Y, sin embargo, en ese cuerpo maltrecho y
desgajado alentaba un cerebro y latía un corazón. El cerebro y el corazón de
Franco, que en esta hora de honda angustia y de supremo sacrificio personifican
y compendian el cerebro y el corazón de España entera”. El editorial del 28
de agosto sigue pero creemos que ya es suficiente.
Desfile de las tropas nacionales por la ciudad tras la caída de Santander |
La caída de Santander
comportó para el ejército nacionalista serias dificultades de cara a la
reclusión del alrededor de cincuenta mil prisioneros que fueron capturados en
esa campaña. Para ello se crearon campos de concentración en Santoña, Laredo, Castrourdiales,
y en el mismo Santander. Mientras la mayor parte de sus hombres fueron
internados en campos de concentración, Angulo sería trasladado a Bilbao. Desde
ese día de agosto, en zona republicana tardaron bastante tiempo en conocer la
suerte que había corrido Angulo. Como vemos en el siguiente breve publicado en “Nuestra Lucha. Órgano provincial del
Partido Socialista y portavoz de la UGT” de Murcia, el 2 de noviembre de
1937 todavía no se sabía nada de él:
PACO GALÁN
EN LA ZONA LEAL; FALTA EL PERIODISTA FEDERICO ANGULO
«La presencia en la zona leal de Francisco
Galán sirve a un periódico para resaltar que cuando la situación del Norte se
hacía más difícil fue él uno de los militares de la República que no dudó en
marchar allá para oponerse al avance de los invasores.
»De Galán ya se tienen noticias, pero no
así del periodista Federico Angulo, que también marchó al Norte y del que hasta
ahora se ignora la suerte que haya podido correr»
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